Atrapados en el voto hooligan
“estos son mis principios, pero si no le gustan
tengo otros”
A menudo se escucha
lo de que cada país tiene los gobernantes que se merece, y yo añadiría, sin
temor a equivocarme, y que se nos
parecen en su proceder, pues por inferencia estadística son una proyección de
nosotros mismos. Bueno, para que nos entendamos, nuestros políticos y, por ende
el gobierno resultante de cada elección, son un reflejo de lo que somos.
Según lo que acabo de contaros, pues parece que no es un sofisma y no hay truco en lo argumentado, tenemos los
representantes políticos que queremos, que son los hemos elegido, y por lo
tanto deberíamos también estar todos contentos y felices, y aquí paz y después
gloria. Pero si salgo a la calle, la algarabía me aturde, pues parce que hay que algo va mal; todo el mundo votó libremente y ese voto
debería traducirse en decisiones que nos
satisfagan a la mayoría, pero esto no es así.
El
descontento es descomunal, el cabreo cada vez va a más, como si de repente hubiésemos
caído en un remolino del que no sabemos salir, como si una gran araña nos hubiese
tejido una enorme red que nos va envolviendo más y más.
Hay algo que
se nos escapa, pues en principio el juego
electoral fue limpio y la mayoría
suele tener la razón. ¿No será qué hemos tomado cada elección como un juego electoral, cuando esto no es un
juego, que es algo muy serio, y que el votar es como firmar un contrato que lo deberíamos
haber leído antes de tomar tan
trascendental decisión, y que nosotros los electores muchas veces actuamos como
hinchas de un club al que seguimos aunque pierda? A veces
pienso que no somos más que eso, es decir, hinchas. Rozamos la estulticia y, lo
que es peor, a menudo nos portamos como
hooligans a los que no se les puede hacer entrar en razón. El grito de guerra del
hooligan votante podría ser perfectamente: ¡pero, sí son todos iguales!
No, señor
hooligan votante, el voto es algo muy serio, y de él depende: la educación, la
sanidad, la obra pública, la atención a los dependientes, la pensión de
jubilación, etc. No podemos escondernos detrás de que todos los políticos son
iguales para no cambiar el voto, pues depende de quién elijamos la forma de
priorizar la satisfacción de las necesidades de cada ciudadano votante., Para
eso hay que votar con la cabeza y no con el hígado, hay que dejar nuestras
pasiones para el futbol, con perdón del futbol,
pues necesitamos divertirnos y es muy bueno para la salud mental.
España es un
país mediterráneo y pasional, pero esto no es óbice para que pase lo que pasa, y creo que muchos necesitamos que nos lleven
a un centro de desintoxicación de hooligans del voto, y después nos den un
carnet de votante rehabilitado. Saldrán
gobiernos que no nos gusten, pues es imposible contentar a todo el mundo, pero
al menos haremos catarsis y no sentiremos que nos están robando la cartera.
El programa
de desintoxicación consistiría en: leer un poquito,
aprender a escuchar con oídos críticos las distintas opiniones para después tamizar
con la razón, tener mucho cuidado con
los populistas que nos acarician el oído,
no dejarnos amedrentar con lo de vótenme
a mí que viene el lobo, etc., y por
último echar un buen vistazo a el contrato que vamos a firmar con el voto.
Y si no han
cumplido con lo prometido, hay que rescindir el contrato que firmamos con
el voto en la próxima elección y exigir
responsabilidades si precede, pues lo de
que viene el lobo ya no cuela.
Lo de que
viene el lobo es toda una apología del cinismo, total y absoluta, lo dicen
mientras comen las ovejas en nuestras mismísimas narices. Y no hablemos del y tú más.
Todos los
días miramos a los cuatro puntos cardinales y no podemos acostumbrarnos tantos
despropósitos ni a la desfachatez con que lo niegan todo. No sólo esto que
estamos viendo es el mal ejemplo para la
sociedad, también produce tremenda desazón en los que creemos que se debe premiar la excelencia y la
cultura del esfuerzo.
Muchas veces
no sólo se comen las ovejas, algunos
después presumen de tener el master
del buen pastor.
En mi vida
de estudiante me encontré a gente que copiaba en los exámenes a lo que no
dábamos demasiada importancia; un profesor que tuve, al que recuerdo con
cariño, decía: “cuidado con los que copian, estos te los van a encontrar en la
vida laboral como trepas sin escrúpulos, y algunos los tendréis de jefes”. ¿Qué
podemos decir de los que consiguieron títulos sin
examinarse, sin pasar por clase, etc., etc.?, al menos se esforzaran en copiar, pues copiando siempre queda algo.
Hay que dejar
lo de hincha para otras cosas, y a los de hooligans mandarlos a un programa de desintoxicación, pues nos hacen
mucho daño a los que queremos ver juego limpio, tranquilos sentados en la grada
esperando a que gane el mejor.
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